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Cinco lobitos tiene la loba.

   La próxima vez que alguien me diga que una tía que no tiene sexo es porque no quiere, no llega a la hora de la cena vivo. Parece que está muy claro que en este tipo de aplicaciones, en las que te ofrecen un polvo antes de decirte “hola”, debe ser sencillo encontrar a alguien con quien hacerse un favor mutuo, sobre todo después de la sequía en la que nos encontramos. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.


Una tarde tonta de esas que no sabes si matar el tiempo comprando trapos por internet o viendo vídeos de gatitos en youtube, te pones a trastear por la aplicación y haces match con un guaperas, M. De profesión mecánico de aviones, me lo estoy imaginando como Ben Affleck en la película de Pearl Harbor, con el mono a la mitad y el torso al descubierto, ya os digo que no me hace falta ni merendar. Enseguida congeniamos, y comenzamos a hablar de nuestras vidas, sí chic@s, hay que darle mucho a las teclas para conseguir echar un polvo. 


Hablamos de trabajo, gustos, aficiones y cómo matar el tiempo los domingos por la tarde. Me comenta que en sus ratos libres boxea, ahora entiendo que tenga los brazos más fuertes que un eructo de mortadela. Actualmente viviendo solo y se alimenta de los tuppers que le hace su madre. Que viva la independencia.


Pronto nos damos los teléfonos y seguimos hablando por WhatsApp. Es ahí cuando empiezo a comprobar que Unamuno no es, las conversaciones no son su fuerte y decir que es un tío interesante se le queda un poco grande, pero en estos momentos en los que ya he comprobado que en los finales de las pelis porno nunca se casan, mejor me olvido de los príncipes azules y guardo esperanzas de encontrar el hombre de mis sueños, al menos el de los guarros.


Quedamos para ponernos cara cerca de su casa, tomamos un par de cañas juntos y hablé. Vamos que si hablé, como nunca antes, creo que empecé justo en el momento en el que el doctor me dio tal azote en el culo que desde entonces tengo esta mala leche. Pasé por mi adolescencia, curriculum vitae, historial amoroso y acabé en la pandemia. Y ahí estaba él, mirándome como una vaca viendo pasar el tren, pero tan guapo. Me comenta que en diez minutos tiene una revisión médica, una excusa muy pobre para dejar una cita, pero me quedó claro que no lo era cuando me vi en la sala de espera de su ambulatorio esperando que el tío al que acababa de conocer terminara su consulta. Mamá, quiero un novio que me lleve al médico!! pues eso.


Seguimos hablando 24/7 por WhatsApp, las preguntas diarias de qué haces, qué vas a hacer hoy y dónde estás, ya se las sabe el autocorrector de memoria no tiene ni que teclearlas. Volvemos a quedar en una segunda cita para comer, pero cuando ya estoy preparada con mi traje de cola y pintada como la puerta de un baño público me comenta que su madre va a hacer paella y prefiere comer en casa. Lo que habrá que hacer para comer boca, de verdad.


Segunda cita sin pena ni gloria, llegó en coche porque llovía y me dijo "hasta luego" sin tan siquiera llevarme a casa ni aprovechar para meter la lengua hasta la tráquea o rozar un cacho de teta. Esto no puede ser tan difícil, donde están ahora todos esos que me ofrecían una noche loca de sexo y que yo rechacé cual sobrada de la vida. ¿Dónde?


Las conversaciones por WhatsApp se seguían sucediendo y por fin llegó el día en el que me invita a ver una peli en su casa. Tres horas de depilación, exfoliación, hidratación, y todo lo que acaba en “on” que haga que hoy por fin pueda ser la protagonista de mi propia película no recomendada para todos los públicos.


Él sentado en su sofá, yo con las piernas muy sutilmente colocadas encima de las suyas, un bol de palomitas entre ambos, una película que me importaba muy poco. Sentía como acariciaba mis piernas, solo de imaginarme que podría ir subiendo por mis muslos ya estaba más húmeda que el pecho de un caracol. Tenía el coño acojonado en una esquina esperando que acabáramos montando el espectáculo en el sofá. En lugar de eso, decidió que era mejor idea coger los dedos de mis pies y convertirse en Jose Luis Perales.


“El meñique compró un huevo,

el anular lo enfrió,

el corazón le echó sal,

el índice lo probó,

y el pulgar SE LO COMIÓ!!!”


Ahora mismo mi cara es como la de un pingüino dentro de un garaje, seguro que me pinchan y no sangro. Creerme si os digo que si tuviera polla se me habría encogido. No he visto una película tan larga en mi vida, besitos de esquimal al terminar y un “encantado de irte” más tarde, hizo que me marchara con la misma cara de idiota que me llevaba acompañando toda la tarde.


Con esos besitos de visita en casa de la abuela no quiero ni imaginar cuando tenga que meter el hurón en la madriguera. No hubo más oportunidades, creo que ya había gastado todas y algo tengo claro, no estamos para perder el tiempo con cualquiera.


"El tiempo es el mejor autor: siempre encuentra un final perfecto."

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