Luces, cámara y acción.

Todos tenemos derecho a conocer a gente diferente, a gente afín y también a gente extraña, incluso aquellos que por su trabajo o el mundo del que se rodean se presupone que esta parte la tienen resuelta. 

Cuando ví a P. en este tipo de aplicaciones no creía que pudiera ser él. Un par de meses atrás, había ido con unas amigas a ver un monólogo a un pub de la ciudad y actuó allí esa noche. Evidentemente me pareció un chico muy gracioso y físicamente atractivo, aunque en ningún momento se me pasó por la cabeza sacar la caña a pasear.

La casualidad hizo que nos cruzaramos en una aplicación de ligoteo. Pensé que era una oportunidad estupenda para poder conocer a la persona que se escondía detrás de las coñas, las risas y los chistes verdes.

Hicimos match y enseguida empezamos una conversación donde me tenía que encargar de llevar la voz cantante. Supongo que estaba demasiado acostumbrado a entablar conversaciones con chicas a través de la app pero mi intención tampoco era la de pelotear a nadie.

• Estoy esperando con ansia que respondas con alguna frase que contenga más de dos palabras. Prometo que si lo consigues te doy un pin.

• jajajjajaja, vale me has hecho gracia.

Supongo que el no tener ni idea de que podía ser “tan conocido” y que más gente de la que podía pensar sabía de su existencia, me hizo ser igual de espontánea, listilla y también tuvo oportunidad de llevarse algún que otro zasca.

Varios días hablando por whatsapp nos llevó a quedar para conocernos. Durante ese tiempo ya me había encargado de averiguar más cosas sobre él y enterarme que le conocía hasta mi padre. Pues sí, porque a veces creo que vivo en este mundo por casualidad y me entero menos que Kiko Rivera en Cifras y Letras.

La propuesta del sitio donde quedar y conocernos fue mía, y creo que le llamó la atención que tomara la iniciativa, pero eso no le impidió llegar tarde a la cita. Vamos a ver chicos de este mundo, podéis llegar tarde al trabajo, a comer con vuestra madre, con vuestros colegas pero si llegas tarde a la primera cita, a tu boda o la presentación de tus suegros, ya te digo yo que tienes media polla fuera.

La conversación fue agradable, me centré en conocer a P. la persona y dejar a un lado al personaje que al parecer todos conocían menos yo. Comencé a darme cuenta de esto cuando un señor se le acercó a preguntarle si era quien parecía ser y le estrechó la mano comentándole que le admiraba y seguía. Simplemente le miré pensando “pero, tú quién ereh peazo puta??” como diría la Veneno.

Cuando se levantó a pedir una segunda ronda, unos chicos sentados en la mesa de enfrente empezaron a murmurar y comentar el uno al otro si le había reconocido. Inmediatamente se giraron para mirarme a mí y escudriñarme de arriba a abajo, entiendo que preguntándose si también era conocida, si era su polvo de la noche o si era su prima lejana del pueblo. Vamos que la Pantoja a mi lado ya no parecía ser nadie.

Me dí cuenta que no era tan divertido ni tan elocuente como mi mente había imaginado. Como cuando el tío que te gusta tiene un paquete que apunta maneras e imaginas el pedazo de bicho que puede esconder entre las piernas, pues al final resulta que todo son huevos. Esto vino a ser lo mismo, y además se marchó rápido con una excusa barata.

• No me has comentado que te he parecido.

• Pues un tío muy majo. Me has dejado colgada y has salido huyendo, me ahorraré preguntarte lo mismo.

La conversación terminó invitándome a cenar en su casa y a “ver una peli”. Pero claro, en ese momento pienso; y ¿qué hago si no me gusta la peli? pues nada, recojo mis cosas, me visto y me voy, ¿verdad?

Quedó claro que tenía el guión demasiado estudiado y preparado, organizado y llevado a la máxima potencia y terminó como acaban las pelis buenas, sin príncipe, sin final feliz, sin perdices y normalmente sin polvo que termine en aplausos. Solamente quedaban los créditos finales, apagamos las luces y bajamos el telón.