Creo que salir al mundo real es necesario, y conocer a alguien más allá de una pantalla es indispensable, en primer lugar para ver si congeniamos, y en segundo lugar para echar un polvo de esos que al terminar se escuche aplaudir a los vecinos, que aquí hemos venido a jugar.
Una de esas citas fue con N., jefe de mecánicos en una concesionario de coches, de esos que te imaginas lleno de grasa, con el mono a medio bajar, y unos brazos definidos que viene a ser como el anuncio del obrero de Coca Cola. Rubio y ojos azules, modelo nórdico donde los haya, alto y con un pelo de esos sin definir que lleva sin ver un peine desde el 93, pero hay que ver la buena pinta de guarro que le da.
Enseguida conectamos, parece un chico de ideas claras y que no está aquí a pasar el rato, según él, busca una relación. Esto sí que da miedo y no la niña de la curva. Me propone quedar para conocernos y tomar algo. ¡Por fin! Uno normal que no se quiere pasar la vida tecleando en una pantalla matándose a pajas.
La primera cita es estupenda, conectamos, reímos y se nos pasa el tiempo volando, rápidamente cerramos una segunda cita en la que por fin cae un magreo que ríete tú del que me hace mi fisio cada vez que me quiere destrozar la espalda. En la tercera cita, con las sábanas buenas y recién cambiadas, porque las sábanas son como las bragas que guardamos, tenemos las de follar y las de “esto hoy no lo ve nadie”. Conjunto de ropa interior perfectamente combinada, una cosa está clara chicos, si una tía va conjuntada y del mismo color, sujetador y tanga, creedme, os está follando ella.
Planazo con película, sofá, mantita...bueno esta última me sobra, que yo voy más caliente que los huevos de Satán. Además, esto pinta bien y la noche por fin se anima porque últimamente mi vida sexual es menos interesante que un acuario de almejas. Llega puntual, y ya tengo la botella de vino preparada y las ganas en la punta de la lengua pero, con la sorpresa todavía en el cuerpo, me dice que quiere ver la película. Claro, es a lo que había venido, pero no sabía que sería literal, porque ¿quién coño va a ver una película con una tía que se supone que le gusta y realmente la ve?
Y tía, al final visteis la película??
VIMOS DOS!!!
Después de tanta acción y pensar que ya era la hora de atacar llegó LA CONVERSACIÓN, de esas donde ambos se ponen serios y que te pueden arruinar la noche en cualquier momento, y así fue. El mecánico despeinado quería ir despacio, efectivamente, tan despacio como para dejarme con las ganas de saber qué tipo de llave inglesa escondía entre las piernas y tan húmeda como los calzoncillos de Aquaman. Pues había dado con el único tío que quería una relación de las de antes, de besito en el portal, hacer manitas en el sofá, sin que estas luego fueran al pan, y de paseos en barca por el Retiro.
Quizás en otro momento de mi vida había dado una oportunidad a este tipo de relación pero ahora lo que necesito era un polvo de esos que me metan de todo, hasta saldo en el móvil.
La cosa no avanzó más, momentos de la vida diferentes y objetivos distintos a corto plazo y sobre todo nada de mambo. Que una ya no está para perder el tiempo y estar enviando poemas de amor, canciones melancólicas y el emoticono del corazón a través de WhatsApp por los siglos de los siglos. Amén.
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